Entre hileras dulcificantes, escrutemos los misterios anacrónicos del tiempo, la vida, la luz, Jesucristo en nosotros... pero sobre todo sin él cuando no queremos verle aún sabiendo que está ahí a tu lado a mi lado.

sábado, 25 de mayo de 2013

De los Equívocos del Amor

De los equívocos de las incertidumbres que habitan a seres determinados por una misma incógnita, surge la idea en el pensamiento de que todo lo buscado se busca a sì mismo… Es entonces como estas casualidades explayan en causalidades impredecibles… y desde donde nace Ícaro de un lugar desconocido... En el azar de presencias, dos seres  anhelan un encuentro que se dibuja vehementemente en sus mentes como un mar de sus incertidumbres y desde donde flota un sentimiento de amor confuso e intrépido que navega entre pensamiento y pensamiento
Ícaro reacciona ante un instante de calma suprasensible donde por primera vez, un día de su existencia no fue como cualquier otro, llego el momento exacto donde el viento traía entre sus aromas distantes aquel olor peculiar de una hermosa cabellera que debía ser de aquella mujer idealizada... -Quédate quieto, muy quieto... Pedía él a sus sentidos que gravaban cada pequeño detalle de éste soplo desconocido. -Quédate quieto corazón, no ves que ahora intento escuchar las hojas secas, están gritando a mis oídos el nombre extraviado a quien pertenece ese aroma. Se preguntaba en ese momento de éxtasis y de  pureza cuánto tiempo había esperado para recibir alguna clase de señal enmarañada entre el destino que trajera el que debía ser de él, y no de otro. Pasó mucho tiempo alimentándose en su corazón el deseo de hallar aquella presencia  con forma de mujer y llamada Fiona. Ella merodeaba noche y día, segundo tras segundo su agonía, aumentaba el dolor de un idilio estropeado por todas las leyes de la tierra. Habían horas en que ésta obsesión lo encontraba lacónico, hablando taciturno... -Tan sólo si pudiera ver sus ojos, sí pudiera ver tus ojos... si pudiera ver tus ojos y los míos y así vieses ésta locura invadiendo mi cordura.      -¿Por qué razón ojos? ¿Por qué razón pupilas?  si no logran verte ni traerte hasta a mí. ¿Para qué quiero mis ojos? si balbuceo entre constelaciones mirando sin mirar todo aquello que es ajeno a mis deseos. -Si hubiese una llave en el cofre de mis olvidos, algo que me diera un tren evanescente y tuviese la virtud de acercar  ilusiones a mis sentidos... Pero no logro ver con claridad, mis sentidos se polarizan y caen en mis razones, se contorsiona mi objetividad. Así pasaron días, meses, quizás años, no sabemos con gravedad, pues el tiempo es un vil malabarista de memorias, el tiempo olvida el tiempo, cuando éste pasa con agonía en espera de un lugar exacto, donde el tiempo y la distancia habiten el mismo lugar disolviéndose mientras juega con nuestra débil paciencia.  Hasta que un día, Ícaro salió de su estado bipolar para pasearse por la fila de formulas, diseños, conexiones de un brillante aparato que le iba a permitir construir lo que desafiaría ese tiempo y distancia que carcomía su respiración, aparecieron súbitos recuerdos, ahora mientras su mente lúcida materializa unas inexplicables alas, vendría un error en el futuro que intentaba filtrarse a escondidas de Ícaro, aquella ironía que el destino veía sonriente asomándose a la ventana de aquel inventor. El futuro entre dientes tarareaba y tarareaba  entre el  claroscuro planeado, estas palabras;  ---¡Cuan insignificante son tus actos, cuan insignificantes se convertirán tus actos!. Pero en él solo habitaba una dicha insondable, pues se acercaría a su amada, porque eso pensaba, él siente como el amor lo invadía, lo proyectaba, lo alteraba, lo inhabilitaba a su antojo hasta perder el sentido de la verdadera realidad. Aquella realidad que poseía los ojos de Argos, y donde éstos veían con lascivia lo que Ícaro había logrado construir, pues eran los mismos ojos de la avaricia rotunda, del desenfreno de toda envidia social planeando sigilosamente apropiarse de un invento nunca antes visto, esperaron el tiempo debido mientras Ícaro terminaba su máquina. Fueron el día que Justo emprendería su odisea, llegaron a su establecimiento y empezaron a maquillarle el futuro productivo en dinero con tan extraordinario invento, pero Ícaro se negó, tenía muy claro lo que quería hacer con sus alas, sabia que era cuestión de horas para acercarse a lo más preciado que ansiaba. Pero, ellos perniciosos no aceptaron semejante negación, y querían excluirlo de aquella invención hasta el punto de obligarle a acceder a sus intereses, Ícaro previno lo que los cuatro ojos planeaban hacer, lo que ellos no sabían es que tenía encendida ya sus alas, y en el centro del lugar en donde estaban, nuestro inventor había hecho dos días antes  una abertura en el techo que le permitiría partir desde el mismo taller impulsándose solo hacia arriba, así que por suerte sus reflejos le permitieron huir antes de hacerse prisionero de otro sufrimiento, pues sabia muy inconscientemente que ya lo era, era un prisionero de todo aquello que impulsaba su voluntad a realizar hazañas misteriosas que no presentía. - Qué pasaría si nuestro Ícaro se detuviera? era  tal vez lo que pensaba, mientras suspendido en el aire sentía también cómo todos sus sentidos se desprendían de él, dándole una brizna de levedad, ni siquiera pesaban todas aquellas sensaciones que bailoteaban con pasos demasiados fuertes en su corazón inquieto los días anteriores, esa levedad fue tan sublime que su conciencia la detuvo como un gran recuerdo, como una felicidad demasiado inmensa en tan corto momento, pensaba que esa efímera felicidad que había sentido le alcanzaría para el resto de toda la vida vida sin acaecer nunca. -Pienso en este instante, que existirían dos clases de felicidad, la que me produce esta ligereza en el aire mientras soy consciente de ella y la que me producirá la presencia que persigo tan apasionadamente. Llegó el momento de sentir una realidad propia, así que divisó a Fiona desde una distancia aún larga, pero suficiente para aprehenderlo todo, su universo trizó aquel impulso invisible al ver con claridad lo tangible del momento, sus ojos se rompieron en mil pedazos de tristeza, como si revoletearan por sí solos, aquel amor ya no era su amor, era el amor de otro tiempo, era el amor de otra distancia que llegó antes que él. -No quisiera volver a ver, no lo quiero. ¡No, noo regresen ojos dementes! no los quiero, no los necesito para ver la condena que habito la tierra sempiternamente en mi espera como sindicado del sufrimiento perpetuo... Ícaro no detuvo su vuelo, sus alas se volvieron parte de él, así que su misma furia era el combustible suficiente para huir de tan incomprensible momento y huir de toda sociedad, huir de toda realidad. Su fuero interno estaba invadido del dolor más desgarrador que un ser pudiese soportar. Ícaro siguió volando sin rumbo fijo como si desde siempre hubiese poseído alas...

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Salmo 103

1.Bendice, alma mía, al Señor

y todo mi ser a su santo nombre.

2.Bendice, alma mía, al Señor,

no te olvides de sus favores.



Anacrónica en el Cielo Feliz ahora sí..