Entre hileras dulcificantes, escrutemos los misterios anacrónicos del tiempo, la vida, la luz, Jesucristo en nosotros... pero sobre todo sin él cuando no queremos verle aún sabiendo que está ahí a tu lado a mi lado.

miércoles, 22 de mayo de 2013

La Hamaca

Nos habiamos conocido un Febrero, mi Padre nos había presentado en una casa pequeña a las afueras del pueblo.-Yo había llegado recientemente de Bogotá-. Parecia que el destino hubiese hecho una de sus jugadas engañosas e ilusorias. Él observaba a mi Padre atonito de saber que tenía una hija tan joven, pues tenía alrededor de su misma edad. Pasó un buen rato antes de que Javier se acercara a platicar. Hablabamos de todo un poco, pero en escencia recuerdo el momento en que a fuerzas de su madre me había contado lo de su cancelado matrimonio. Confeso que no se sentía enamorado, que no sentía ese fuego que le hiciera desear amanecer con aquella persona cada mañana. (Pero mucho tiempo después supe que su desición había sido un tanto influida por algun pastor de la iglesia a la cual acudia.) El caso, es que había dejado a su novia con preparativos y un monton de cosas más organizadas. Debo decir que su madre fue quien delato ese suceso y no tuvo más remedio que admitirlo. Yo observaba aquella pequeña mujer afable pero también algo inevitablemete imprudente. Yo le decía que estaba de acuerdo con él, que uno debia casarse completamente enamorado; en donde las conversaciones fuesen tan suaves como para amenizar un momento angustioso y, que de esa forma se tomara un nuevo aliento. Pero para eso, se debia estar dispuesto a a arriesgarlo todo por una persona, es decir, no es lo mismo la familia, los amigos y demás relaciones sociales normales. Una pareja implica intimidad total. Él guardaba silencio y parecia estar de acuerdo conmigo. Pero recuerdo esos ojos que se quedaban clavados como si fuesen a traspasarme los pulmones. Ese día me sentí completamente atraida por él, pero no sé si él de mí.
Tres meses después, en un día que estaba tan aburrida, tan agobiada de todo en la finca de mi Padre. Decidi salir después de medio día a la carretera sin saber como iba a llegar hasta Jamundi, puesto que a esa hora ya no pasaba transporte publico, eso no importo de todos modos para mi escape, gran parte del camino lo tome a pie. Mientras caminaba recuerdo el paisaje verde y extenso que se abria a mi alrededor, era algo tan sanador a mis ojos que siempre solía subir a esa colina para visualizar lo que más pudiera. En una curva mientras seguia y seguia caminando vi una rama larga y me dio por llevarla conmigo, a veces contaba los pasos para calcular los kilometros que llevaba, mientras me entretenia en el conteo llegue al kilometro sexto, ya me sentía algo agotada.

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Salmo 103

1.Bendice, alma mía, al Señor

y todo mi ser a su santo nombre.

2.Bendice, alma mía, al Señor,

no te olvides de sus favores.



Anacrónica en el Cielo Feliz ahora sí..